hoy te mando la carta.
Aunque todos los días hablamos un poco, hace mucho tiempo que no plasmo esas palabras iba a decir un papel, pero hace tanto tiempo también que no escribo un papel, que sinceramente ya no seré tipo de letra tengo.
Y es que es curioso ver como cada día vamos dependiendo más de las modernidades de la electrónica, y vamos perdiendo la esencia de sentir en nuestros propios de dedos el tacto, de un bolígrafo de un lapicero. De esa goma de borrar siempre oscura, siempre sucia.
Recuerdo como después de hacer algo con mucho cuidado, tenías la mala suerte de arrugar el papel, a la hora de borrar. Eso era exasperante verdad?
Y es que hay muchas cosas que hemos dejado de hacer con las manos. Hay muchas cosas que hemos dejado de utilizar. Están ahí siguen ahí, esperando al gran apagón. Y a veces me pregunto qué pasaría si viniera el gran apagón. Porque muchos estamos todavía acostumbrados a utilizar material analógico, pero la generaciones que han nacido en la era digital, dependen tanto de los ceros y unos, que en cierta forma yo creo que serían incapaces de volverse analógicos
Eso me hace pensar y recordar como éramos de niños. Lo maravillosamente asilvestrados que estábamos. Raro era el día que no volvíamos a casa con una marca, o arañazo nuevo. Y todos los veranos siempre veías niños con escayolas. La mayor parte de ellas en los brazos. A raro era que no te rompieras algo. Un diente, el brazo,, una pierna, unos cuantos puntos de sutura en la cabeza... Y así no se enfrentabamos a la vida de manera analógica. Fuera del sillón y de la comodidad de tener un clima adaptable.
Recuerdo como nos obligaban a quedarnos en casa y dormir la siesta, no por aquello que te decía de que se te cortaba la digestión y te morías, sino porque también en aquella época ni dios podía caminar en el asfalto, a cuarenta grados. Y hacían todo lo posible para que no saliéramos antes de las seis de la tarde.
Recuerdo cómo buscábamos también nosotros nuestros pequeños escondites. Lugares privados que no conocía a nadie pero que siempre alguien había tenido como escondite anteriormente. Lo veíamos en la cantidad de papeles y envoltorios de mierdas que encontrabamos la allí donde pensábamos que no llegaba nadie. Recuerdo como con nuestras mini navajitas marcamos un árbol y pensamos que esa era nuestra aportación al paso de la vida. Era como ese típico cartelito que decía fulano de tal estuvo aquí.
Éramos maravillosamente analógicos. Éramos totalmente autosuficientes con pocas cosas. Recuerdo aquellas veces que cogías el bocadillo y una cantimplora de esas de plástico, que se enganchaban con un ganchito a la trabadilla de pantalón, y sin hacer ningún tipo de planificación ni nada te tomabas un día de explorador. Era magnífico lanzarte al mundo sin saber que encontrarte. Simplemente ha preparado con un bocadillo y agua caliente. Ni siquiera tenía sobre unos zapatos de estos preparados para andar por el monte. Llevábamos unas zapatillas viejas. Rotas sucias. Pantalón corto y una camiseta cualquiera. Generalmente con algo deshilachado roto.
Y recuerdo que veníamos siempre llenos de mierda. Recuerdo como el agua de la ducha se enmarronaba, en dirección al desagüe. Y el caso es que nosotros nos mirábamos y no parecía que teníamos tanta roña. Y esa relajación de después era maravillosa. Salíamos un ratito después de cenar, con la promesa de no volver a mancharnos. Nos reuníamos los chiquillos y comentábamos lo que habíamos hecho ese día de exploración en el mundo. Y nos reíamos de lo que la había pasado tan lo cual. Después nos íbamos ya adentrada la noche, y nos sentábamos un ratito con la familia, y teníamos esas conversaciones que a medida que crecíamos, nos íbamos viendo más involucrados. Nos hacían más partícipes.
Éramos felices a nuestra manera. A nuestra manera analógica claro. Y me gustaba tanto hablar contigo de aquello. Porque tú aún habiendo nacido un poco antes que yo, y ahora viendo estando a mil kilómetros de distancia, vivimos las mismas cosas aunque en mundos diferentes. Con diferentes personas. Con diferentes lugares secretos. Pero lo mismo. Tuvimos una niñez muy parecida. Y eso me unía más a ti.
Luego cuando llegó la edad del pavo, seguíamos teniendo similitudes, a pesar de las diferencias por nuestro sexo diferente, disfrutamos de las mismas cosas, de las mismas canciones, vivimos los mismos momentos a pesar de nuestra diferencia. Curiosamente cuando tú llegaste a la mayoría de edad, yo solo tenía seis años. Sin embargo cuando yo llegué a la mayoría de edad, tú tenías 29. Y pareciera ser un mundo de distancia, pero cuando yo tenía 29, y tú 41, la diferencia se iba acortando. Cuando nos conocimos yo ya no recuerdo la edad que tenía ni la que tenías tú, pero como ideológicamente ya había desaparecido la diferencia de edad, nunca tuve la sensación de estar con alguien mayor que yo. Porque tú vivías de manera más joven, y yo vivía de manera más viejo. Por eso nunca tuvimos problemas con la diferencia de edad. Yo recuerdo que tú si tuviste algún problema para adaptarte a esa diferencia de edad, porque pensabas más en el que dirán, pero como yo vivía una vida en la que el que dirán nunca me ha importado, te hizo sentir segura y y esas diferencias de opinión te empezaron a importar lo mismo que a mí, un carajo.
Por eso nos limitamos a vivir felices. Buscábamos única y exclusivamente nuestra propia felicidad, primero porque se nos había arrebatado esa necesidad de ser feliz, y lo hago porque nunca pudimos realizarnos como personas. Pero juntos éramos justamente dos personas realizadas. El uno ayudaba al otro a poder realizarse, a poderse sentir realizado. Por eso te estoy tan agradecido como tú lo estabas.
Yo no sería lo que soy hoy si no hubiera sido por ti. Y eso querida mía te lo agradeceré en la vida. Porque gracias a ti he vivido. Cuando uno se siente realizado, y consigue hacer lo que se propuso en un sueño nació con ese propósito, sabe al igual que tú que ha vivido plenamente. Por eso amor mío me siento totalmente realizado, y feliz,, y tranquilo.
Es por eso que la decisión que tenemos por delante, no me pesa. No me duele pensar en volver a coger mi cantimplora y explorar nuevos mundos. Porque este ya lo he explorado entero. Me duele más tener que esperar a que sean las seis de la tarde para poder salir a explorarlo, y encontrarte.
No te quiero mucho vida mía.