Verano. Inhumano tirano. Segador de vidas

¡ Maldito verano que viene sacudiendo sus alas de chicharra!
Mientras se hace imposible poder tragar a buches, el aire hiriente, 
Solo puedo pensar que pobrecita de mi niña, si está situación le agarra. 
Y reconocer, miserable de mí, que estás mejor allí, que respirando este aire caliente.

Se baten en duelo dos necesidades, dos pensamientos, dos verdades. 
La una con su certero estoque, defiende tú bienestar ante cualquiera que se oponga. 
La otra con su fuerte espada, defiende tu recuerdo, y mi propio egoísmo temeroso de mis soledades.
Ahí están cruzando acero. Una lucha por ti, la otra por tu recuerdo, y en medio mi agonía se prolonga.

Maldito y mil veces maldito. Que siempre nos ha obligado a emigrar a lugares más templados.
Que fue uno de los primeros bultos que metimos en la maleta, como excusa para salir del paso del Guadalquivir. 
Maldito y cien millones de veces maldito. Que te arrancaba la vida a pellizcos, a pequeños bocados. 
Verano. Maldito sea hasta en su esencia el tirano. Que con las últimas de mayo, ya vienen sin dejarte vivir. 

Que como los gusanos nos vemos obligados a vivir. Siempre a oscuras y siempre apagados. 
Y las noches que antes eran de silla en puerta, a la fresquera, de cenas de superviviente. 
Cuando los cuerpos se desperezaban, atisbando la dirección de aires renovados. 
Y un buen remojo traía a la vida, aquel cuerpo que era un despojo pegajoso de sudor caliente.

Aquellas se han transformado en puré. En puré de patatas recién hecho concretamente. 
Ahora son maratones devueltas en la cama, de sábanas impregnadas de sudores. 
Y al alba no hay tampoco un alivio que nos devuelva un poco a la vida. No hay descanso para la mente. 
Como si fuese el final de una batalla, que  pronostica la siguiente, así avanza el verano y sus calores. 

Y entonces es cuando se despierta la tormenta. Atrayendo con ese sonido aterrador las atenciones. 
Unos apresurados cierran las ventanas, otros las puertas, todos temerosos de que se rompan los cristales. 
Bolas de hielo como los canicones con los que jugamos de pequeños, que no cabían en los bolsillos de los pantalones 
A cientos, miles, millones, destrozando cosechas, coches, plantas, caen del cielo brutales. 

Lo que pudiera parecer un poco de alivio y aire fresco, termina en lodo, pérdida de dinero y miedo. 
Aquel que nos obligó a llenar, una furgoneta con una vida en cada esquina, y nos desplazó  como a emigrantes. 
Sigue siendo enemigo tras muchos años que han pasado, y por mucho que hemos resistido, yo más no puedo. 
Porque quemó mis alas, quemó mi alegría con sus desvelos, quemó mi vida, mi amor, mi cielo, y a mi amante. 

Verano, que en los hospitales causas terror solo con tu nombre, y te llevas miles de almas a tu paso.
Que aunque acondicionemos todos los aires, y luchemos con todas nuestras energías, tú, ¡maldito verano!
Siempre nos traerás la lucha del amor, bebiendo y compartiendo la vida eterna desde un fresco vaso. 
Contra la agonía de quienes se saben incapacitados para caminar por tus ardientes dunas. Siempre inhumano verano.