Anoche soñé que vivías.

Anoche soñé que vivías. Soñé que lo de tu muerte era simplemente un cuento. 
Sentía que a mi lado dormías, te sentí a ti, era tu cuerpo. 
Pero algo me decía que no hiciera caso, que no era verdad lo que estaba viviendo. 
Algo no acababa de cuadrar y sin embargo no quería despertar si era un sueño. 

Y recuerdo cosas extrañas que solo ocurren en los sueños, vivía aún mi padre. 
Vivía y estaba hecho un portento, que de pronto se iba a un restaurante, porque entraba a trabajar pronto. 
Se llevaba pegadas cosas en las manos supongo que reminiscencias de haber usado el precinto. 
Ya había piezas de plástico que se rompían en mil pedazos y se desparramaban por la cama y se pegaban en tus lados. 

Noté la textura de tu piel al quitarte un cacho, plástico negro que se marcaba como el blanco en una pizarra. 
Y juro por lo más sagrado que aquella textura era la tuya. Era tu piel de eso estoy seguro. 
Y ahí estabas conmigo en la cama y desnuda. Era tu cuerpo aunque rejuvenecido, era tu cuerpo y el mío. 
Ah y ocurrían cosas extrañas cosas que no me explico, cosas que solamente se pueden quedar en el olvido. 

Y volví a pelear con mi cerebro y volvía a decirle es mentira. Ella está viva está conmigo! 
Y tenías amigas que hablaban también contigo y seguían los patrones que siguen los amigos 
Y de pronto estábamos dentro como que estábamos fuera y tú decías que quería salir y que por el contrario no lo quisieras. 
Y aunque todo aquello me parecía un desatino y una verdadera locura sabía que en cualquier momento aquella hermosura. 

Me abandonaría de nuevo haciéndome la vida más dura y volviendo a ser todo un maldito sueño. 
Pero compartiste conmigo una cucharada de helado como los que los comíamos juntos por Sevilla, 
Y me sonreíste y fue algo cómplice y a la vez sin decir nada Alberto mirada y tu sonrisa te vi tan enamorada...

Y siguió la historia y la historia cada vez más se complicaba, y yo había alquilado un coche que en el cuento no venía nada, 
Un Mercedes nada menos. Tal vez un Mercedes para mí comitiva. Tal vez un Mercedes que a ti me llevará. 
Pero me deje de llevar por el sueño y cuando estabas levantada, ya no era tu piel ni era tu cuerpo, estabas cambiada. 
Pero te sentía mi amada. Te sentía igual de dentro. Eras más alta, más delgada. Con pelo cano. Y un peinado de los que a ti te gustaban. 

Y recuerdo que era tan ir tu altura, qué pasaste por la vereda de dos árboles y el polen de uno de ellos se quedó depositado en tu sien. 
Y yo hice esfuerzos enormes para poder llegar a ella y sacudirla. Y quedarte un poco de aquel polvo que marcaba a tu cabeza encanecida.
Y no se me hizo extraño que fuera de negro vestida y que tuvieras cintura de avispa que casi me cabía en una mano. 
No se me hizo extraño verte más joven más altiva, eras otra pero sin embargo eres el amor que cada día añoro.

Y cuando por fin me había abandonado aquel sueño, había tomado como cierto todo que estaba pasando, entonces desperté. 
Me había convencido de que seguías a mi lado. Que no habías muerto. Que el cuerpo aquel tenía un corazón que aún latía.
Me llegué a convencer de que estabas viva. Y así querías permanecer toda la vida, porque fui feliz ese pequeño momento. 
Y cuando sonó la maldita alarma, y trajo la realidad de nuevo a mi vida, que desesperación y agonía, tu lado de la cama seguía vacía.

Anoche soñé que estabas viva, y llegué a acostumbrarme a cualquiera de los cambios que hubiera que hacer, 
Porque a mi parecer lo más importante era sentirte seas tú como eras o fueras otra por fuera de tu ser. 
El vacío ha vuelto a llenar todo el espacio donde no queda nada. Y la tristeza de nuevo lo ha conseguido. Ganó esta batalla. 
Y sé que será un día difícil, como todos después de aquel catorce de marzo, pero al menos me llevo la alegría, de que esta noche soñé que estabas viva.