Soneto de desesperanza.

¡Qué el pesar me lleva es evidente!
¡No sé explicar pues de otra manera!
Que aquella maldita flecha certera, 
siendo de amor me lleve a la muerte…

Los meses de lucha con  cuerpo y mente,
son inútil como cera en solera.
El cantar de una hormiga obrera,
O vasija rota que guarda aceite.

¡Cuánto duele la vida sin tenerte!
¡Como sangra el alma sin el permiso,
De un corazón ciego por perderte!

Y por más que corro para encontrarte, 
No llego a ti en el momento preciso, 
!Quiero morir ajado de llorarte!


La soledad, mi maldita compañía.
El insomnio, castigo por devoción. 
La columna, cuchillos de hormigón. 
La risa, un recuerdo de otra vida. 

Nuestra cama, antes refugio de amor,
Ahora, lago de lágrima y llanto. 
Mis manos buscan aún tu encanto,
pero mueren en dónde nacía tu calor.

¡Hoy de nuevo he pedido la muerte!
Y mi alarido se pierde en el aire,
Pues no me conceden esa suerte…

¡Obligado me siento a buscarla!
No hay quien no piense lo errado que estoy.
Más falso me parece  no aceptarla…


¡Porque yo aquí, sin ti no soy ni eco!
Una boca que no come , un desecho, 
barba errante, la parca al acecho,
Huesos sin sangre y corazón seco.

Lo inútil. El dueño de un desastre,
un cero a la izquierda del olvido.
Laberinto de quien vive perdido.
Así me siento desde que marchaste…

¡Mil veces pediré insistente morir!
Y otras mil se negará mi consuelo…
Es mi signo sufrir eterno este duelo. 

No hay quien cien años dure la tragedia,
Ni dispongo de paciencia para eso. 
Pues tras mi muerte me espera su beso.