Qué quieres hacer este verano? el principio o el fin de una relación o de una amistad?

Es la típica frase que utiliza la mayoría de las parejas antes de que lleguen las vacaciones. 
Tú qué quieres hacer en verano? 

Esto es el zaguán donde comienzan la mayoría de las discusiones, de muchas de esas parejas que le dan su distancia a la relación, y cada uno ocupa un espacio diferenciado, que posee como si fuera una trinchera. Acostumbrados a tener ese pequeño rincón propio, donde ser ellos mismos sin tener que fingir, se encuentran en la tesitura de que en un tiempo mínimo de un mes ese rincón propio no existe. Por el contrario se ven obligados a compartir, a dialogar, a responder cuando se les pregunta, a buscar algo que pueda unificar el momento y la familia. Y no todas las familias están preparadas para ese momento. 

La principal causa de que una pareja suele tener en verano su momento menos dicho, o feliz, salvo que sea luna de miel, es porque se olvidaron que antes de firmar papeles, antes de ser parejas, fueron amigos. Y las vacaciones son para pasarlas entre amigos. Que luego haya o no algún derecho a roce por aquello de la proximidad, a nadie le amarga un beso dado con el corazón. 

Y si tienes hijos? Entonces te tienes que poner a la misma altura que tu propia pareja. Sois un equipo. Sois ese equipo de dobles que el otro equipo por muy pequeño que sea y muy querido que lo podáis tener, luchará de manera psicológica contra vosotros, desde el primer momento en que abre los ojos, hasta el momento en que cae rendido y uno de vosotros tiene que transportarlo a varios kilómetros, porque el niño se le ha dormido en el chiringuito. Evidentemente se despierta nada más llegar a la casa, porque todo es un juego psicológico. Y ese es el problema de muchas parejas. Que psicológicamente hablando no están preparados para guerra psicológica. Ni para ningún tipo de guerra porque uno de los principios fundamentales es divide y vencerás. 

Por supuesto que si ese pequeño monstruo aprende la lección, os conseguirá separar en dos equipos totalmente antagónicos, se apoyará en aquelte el cual pueda alimentarse mejor sus ganas de posesión, e intentará perjudicar por todos los medios al otro lado del equipo contrario. Esa guerra la tendrá ganada cuando vea como los dos miembros del equipo que supuestamente antes eran amigos, ahora discuten poniendo como excusa que son cosas de pareja. Incluso se han creado frases cotidianas, que vienen a decir que si una pareja no discuten verano ni es pareja ni es verano. Y estáis muy equivocados.

Cuando llega el verano para las parejas que como nosotros no podíamos disponer de ningún tipo de vacaciones, por varias causas que luego os comentaré, teníamos siempre el mismo nivel de estrés sea en primavera en verano otoño. En invierno generalmente aumentaba por el tema de los virus, aunque al hacer una vida más profunda y hogareña también el cariño aumentaba exponencialmente al haber diálogo, y cosas en común que ayudaban a pasar las largas tarde noches del invierno sin salir. 

Cuando en tu pareja tienes a alguien que por desgracia no puede tener una vida autónoma, y depende no de otras personas solo sino de herramientas necesarias para realizar su vida, los veranos tienen que ser planificados como si fuera ya la intervención de los marines americanos eh la embajada de Moscú. 

Aprendes a vivir con lo que necesitas, pero también aprendes a llevar todo lo que necesitas, por lo que te haces experto en crear grandes equipajes, que todos tienen que llevar dos cosas en común. Ser necesario, y poder cogerlo y usarlo en menos de segundo. 

También adquieres una característica nueva en tu forma de ser, que es que pierdes la vergüenza ajena y te preocupas poco o nada del que dirán. Porque muchas ocasiones te ves obligado a realizar tus necesidades fisiológicas allá donde te pilla, o por ejemplo tienes que pedir ayuda para que alguien colabore a subir dos escalones con una silla de ruedas en un restaurante cualquiera. O como en nuestro caso pedir siempre un lugar al lado de un enchufe para poder enchufar la máquina de respirar. 

Sin embargo también os diré que en ocasiones antes de que la enfermedad nos atrapase con su lazo de espinas, nosotros también fuimos pareja que se preguntaba que vamos a hacer en verano. Pero por el contrario siempre y por encima de todo éramos amigos. Nos respetábamos como amigos, nos tratábamos como amigos, bromeábamos como amigos,  la única diferencia era que de vez en cuando ella o yo necesitábamos de un beso del otro. Pero sin amistad no existe nada. 

La amistad lleva de la mano a tres amigos. El respeto, el cariño y la confianza. El amor puede venir después pero nunca antes. Eso de el amor a primera vista o al primer flechazo es todo una patraña que se adorna como el árbol de Navidad. Para que todo el mundo piense que puede ser feliz y vivir el amor plenamente. 
No queridos míos! El amor siempre llega después de la amistad y por supuesto del respeto y el cariño. Cuidado si en alguno de los momentos cotidianos se nos olvida que debemos por obligación respeto y cariño a nuestros amigos. Y digo por obligación porque es obligatorio llevarlo dentro. Sentirlo. Notarlo. Nadie se salta el respeto y el cariño sin venir a cuento. No hay nada que pueda obligar a perder ese respeto y ese cariño. Ni siquiera un exceso de alcohol ni una discusión muy airada. Primero porque no hay nada que pueda ser un excelente de el maltrato, del desaire, de los malos modos, a no ser que metas la pata. Puede que tal y como me pasaba a mí, estuvieras acostumbrado o acostumbrada a manejarte entre personas con un carácter un tanto rudo, con formas de ser más bien poco cariñosas, e incluso habiendo cariño por medio se solía disfrazar de animaladas, para no perder el estatus de orco a los que yo pertenecía. 
Teníamos nuestras propias reglas, nuestros propios idiomas, y solamente nos faltaba pegar con un palo en un cráneo de un moribundo para ser más animales. Eso era lo que buscábamos y así nos relacionábamos. Pero no olvides que eso solamente es un traje que te pones para ser aceptado por una tribu. Cuando la amistad es verdadera los trajes se tienen que quedar colgados, y tienes que dejar ver y sentir a la otra persona completamente desnuda de perjuicios, de miedos, de complicaciones. Si no ves a la otra persona tal y como es, no puedes tratarla tal y como es. Pero ojito! A veces confundimos los términos de la amistad y los llevamos demasiado lejos. Y yo no soy menos. 

Reconozco que cuando empezamos a tener los primeros problemas de salud, sobre todo por mi parte, ya que me sentía inútil al estar todo el día sin poder hacer nada, me sentía violado y ultrajado por la manada que forman los servicios judiciales y las compañías de seguros. Me vi como todo lo que necesitaba estaba al alcance de la mano y sin embargo se me negó. Y no necesitaba nada más que poder poner a mi mujer en un lugar donde enfermarse cada vez menos o más lentamente. Aquello pasaba por sacarla de aquel pozo lleno de hongos que a la postre agravaron tantísimo su situación que se la llevó demasiado temprano. 

Todo aquello me creó un nivel de estrés, tal que empecé a ser más horco que persona. Volví a colocarme el traje de protección contra los golpes y las puñaladas por la espalda, sin darme cuenta que no me quitaba ese traje delante de mi compañera. 
Pero como ya os he dicho antes que el compañera era amiga. Y tiene todo el derecho de jugar la baza de la confianza. (Cuando no nos conviene la confianza da asco, verdad?). Pues haciéndo gala de esa confianza, amparada en el cariño y el respeto, me hizo valorar mi amistad hacia ella, porque con mi coraza le perdía el respeto. Contestaba mal, y la ponía como cómplice de mis problemas, cuando en realidad ella era la única que pudo ayudarme con ellos. 

Sí... Tuve que autoanalizar mi comportamiento. Hice una valoración de lo que me había convertido por culpa de la maldita lesión de espalda, por culpa de cómo me torearon en su momento los de la empresa, los del seguro, y por último el de degüello del juez. Tuve que poner los pies en el suelo y dejar de pensar que era una persona. Tuve que darme cuenta que no siempre lo justo es lo que uno recibe, por mucha injusticia que se cometa al no hacerlo. Lloré amargamente mi derrota, lloré al sentirme un inútil con cincuenta años, pero sobre todo llore porque había tratado mal al amor de mi vida. Y aunque todo aquello era mi rabia por no conseguir el sueño de sacarla de allí y llevarla a un lugar donde su salud no empeorase con tanta rapidez, tuve que comprender que había enfocado mi rabia en la dirección que lo que respondía.

Pedí perdón con toda mi sinceridad. Y aún ahora después de tres meses que hace que la perdí, sigo arrepentido hasta lo más profundo por haberla ha hablado mal y con desaire. No me dejará de doler nunca lo que le hice, y si bien pudiera parecer algo de poca importancia, dado que solo fueron cuatro palabras mal dichas, sé que le cause dolor porque yo lo siento. Y aunque usó su comodín de la confianza, rebajó mucho su tono por el cariño y el respeto que me tiene. Yo sé que hubiera merecido peores palabras mis actos, pero eso la hace más grande para mí. Era tan inteligente y sabia, que sin decir nada o diciendo poco, sentaba cátedra. Era una de sus virtudes maravillosas, para lo bueno y para lo malo. Porque lo mismo que me crea este llanto y este dolor recordar en aquello, momentos parecidos de contextos totalmente diferentes, me arrancó carcajadas tan grandes y tan profundas, que tenía que pedir que parase por el dolor del costado de tanto reírme. 

Eso queridos míos es el amor. La amistad en su máximo contexto.