con noventa y cinco basta.
Hace tiempo vida mía, desde la semana de tu partida,
Que voy recogiendo los cachivaches que me rodean,
Para llegar con menos equipaje al punto de salida,
Y donados algunos para ayudar a quienes quedan.
Como ya te dije 95 es la cifra mágica buscada.
Y en cuanto llegue pondré en marcha la tercera,
La etapa final, la más difícil y la más forzada.
Nada que ingerir ni agua que bebiera.
El noventa y cinco marca la cuenta atrás.
Y entonces quedarán escasos días para mi partida.
Espero que estén a la altura los demás,
porque ya no habrá ninguna otra salida.
De momento en ciento doce y bajando,
Parece que se va a hacer eterna esta cuesta,
Al principio era rápido, ahora ya va costando.
Cuanto menos peso, más se atrasa la respuesta.
Pero yo lo tengo más o menos asumido.
Hubiera elegido otro camino, como el de una soga colgado,
El exceso de pastillas también podría haber elegido,
sin embargo me mantengo fiel a lo pactado.
Eso me da tiempo a terminar de cortar flecos.
Porque morirse y bien, es extremadamente complicado,
ya que la ley tiene muchos recovecos
y el morir hay que ganárselo a base de sudarlo.
Ahora estoy con las cartas de despedida.
Esas cartas típicas de suicida, sin ser yo nada de eso.
En las que intento explicar a quienes quiero en vida,
Que me marché de la misma, por el asco que atravieso.
Para mí, mis sentimientos son válidos para ese viaje.
Creo que mi deseo debe ser respetado.
Y aunque me fastidie, sé que tengo que pasar por ese triaje,
donde un tercero diga si estoy o no capacitado.
¡Qué me importará la opinión ni la capacidad!
¡Cuando llevo meses planificando ya el camino!
¡Quién me va a decir a mí, que no puedo pasar!
¡Qué la vida por obligación es mi destino!
¡Ándense los moralistas un paseo por las afueras!
Que en estas tierras quien manda es el menda.
El que dice lo que se hace, a las malas o a las buenas.
Porque es el dueño de su vida y por tanto de su senda.
Como ya lancé un órdago con mis cartas,
y tengo testamento vital firmado ante notaría,
puede que intenten poner mil trabas,
pero no conseguirán que haga lo que quiera con mi vida.
¡No mi amor!¡ No dejaré que nadie me manipule!
¡Yo soy yo y la consecuencia!
Y mientras por estas venas la sangre circule,
Seguiré sufriendo y viviendo en pena como herencia.
Intentarán tacharme de loco, orate, perturbado,
Me mandarán medicación para controlar,
Buscarán las maneras para decir que no estoy capacitado,
y medicar tanto que me vería obligado a no poder donar.
Así creen ganar la partida, al quitarme el galardón.
E intentarán convencerme que no hay beneficio en la partida
no es un juego para mí el vacío de mi corazón.
Ni hay medicación que pueda curarme esta herida.
Sean pues los noventa y cinco la barrera que yo pondré,
y en tanto llegué este cuerpo es esa cifra, todo tiene que estar ya pactado.
Si por ese tiempo no me dejan cumplir, entonces pensaré
que seré yo quien se acerque al quirófano. Y ya ubicado,
solo tengo que dejar de comer y de beber.
Tal vez vaya con el pretexto de arreglar mis vértebras con un soldado.
Será mi forma de acercarme al quirófano donde perecer.
Y que cumplan así lo que en testamento vital tengo firmado.
Si intentan evitar que a mis 95 kilos siga esperando,
Yo no cometeré suicidio pero les obligaré a respetarme.
Porque cada año seré más viejo y no estoy jugando.
Solo sé que no quiero seguir. Solo sé que quiero marcharme.
Sea pues esta una demostración de intenciones.
Que quien suscribe no va a esperar más tiempo del pensado.
Siendo testigo de ella desde lo más sagrado, el amor de mis amores.
Que a mi entender es mi único juez y mi único jurado.